Empezamos un mes interesante. Es otoño, las hojas caen, las tardes comienzan a ponerse grises, el crepúsculo asoma más temprano en el horizonte, los árboles poco a poco se quedarán sin su follaje y eso es indicio de que la naturaleza empieza a morir suavemente, lentamente para cumplir con su ciclo normal de vida. Hay quienes recienten esto y se ponen un poco nostálgicos, a veces, apesadumbrados, se acerca la fecha de los muertos y muchos de los festejos en honor a ellos comienzan antes de su llegada, es como para anunciar que se les espera con cariño.
El frío agradable del clima me recordó un cuento que se titula “El abrazo frío”, escrito por una mujer inglesa: Mary Elizabeth Braddon, el texto es muy ad hoc con la temporada, ¿no te parece? Imagínate sentir unas manos frías que se apoderan de tus hombros y espalda mientras tú estás sola en tu habitación, volteas y no hay nadie a tu lado, excepto esos brazos que te rodean y no sabes de dónde vienen, ni por qué razón están tan cerca de ti, seguramente te asustarías mucho, tanto que… ¿Para qué elucubrar más? Mejor te hablo un poco de la historia y de su autora.
Mary Elizabeth Braddon nació en Londres, Inglaterra, en 1837 y murió en 1915. Vivió 78 años que, para ese siglo XIX, era mucha longevidad. Como te habrás dado cuenta ella nació el año en que la Reina Victoria inició su reinado, en 1837, había sido la reina más longeva hasta que le ganó la Reina Isabel II. Victoria murió en 1901 y Braddon le sobrevivió 14 años más, lo que nos habla de que vivió toda la época victoriana, es decir, muchos años en donde las normas morales fueron estrictas y, por lo mismo, uno de los escapes más comunes ante tanta restricción era la literatura, de ahí que se escribieran tantos cuentos, poemas y novelas sobre fantasmas y aparecidos que, en realidad, estaban ocultando algo. Recuerda que la literatura es una interpretación de la realidad y la puedes escribir desde cualquier género: realista, fantástico, sentimental, autoficción, etc.
Buscando sus datos biográficos, encontré que, en vida, fue muy popular, pero ahora es una autora poco visitada y si así está en su natal Inglaterra, imagínate acá, al otro lado del mundo, pocos la conocen, pero te puedo asegurar que es una buena escritora. Su madre abandonó a su padre debido a sus infidelidades, así que en cuanto tuvo la edad para trabajar lo hizo para ayudar a su madre en los gastos. Comenzó por ser actriz de teatro en 1850 y en esa época, dedicarse a actuar era casi sinónimo de prostitución y desprestigio social, a pesar de esto, tuvo el ánimo de hacerlo, lo que le permitió viajar y fijarse en las diferencias entre los géneros teatrales. Esto le ayudó mucho para poder escribir más adelante novelas, cuentos, teatro y poesía.
Con respecto a su vida personal, el asunto toma matices escandalosos. No olvides que estamos en la era victoriana, había mucha restricción moral, así que ella estaba en el ojo del huracán por haber sido actriz (sólo se dedicó a eso 8 años) y por ser escritora, esto no fue el problema importante, recordemos que ya había muchas escritoras antes que ella, como Mary Shelley, las hermanas Brontë, etc., lo grave y que molestó a muchos críticos fue que muchas de sus heroínas tenían comportamientos que se salían de la norma, así que las críticas a sus novelas eran fuertes. Jannine Hatter escribe en el prólogo que hizo a El rostro en el espejo y otros relatos góticos lo siguiente: “Clamaban que escribía ficción sensacionalista con mujeres rebeldes como protagonistas porque ella misma no era <<respetable>> a los ojos de la sociedad.” Palabras muy duras que reflejan una forma de pensamiento muy tradicional que no admitía cambios en los roles sociales, mucho menos de las mujeres.
Por otro lado, como si eso no fuera suficiente, ella se enamoró de su editor, John Maxwell y se fue a vivir con él. El problema es que él estaba casado y tenía seis hijos. Te preguntarás, ¿y dónde estaba la esposa? Ella vivía en Irlanda con su familia debido a que estaba enferma y no podía hacerse cargo de sus hijos, al parecer tenía una enfermedad mental. Así que ellos dos iniciaron su vida matrimonial, tuvieron seis hijos más y pudieron casarse hasta que la esposa de él falleció en 1874, sin embargo, la mala moral de ese matrimonio ya era muy conocida y difícilmente podrían cambiarla.
Mary Elizabeth Braddon murió el 4 de febrero de 1915 en Richmond y fue enterrada en el cementerio local. Algo interesante es que algunas calles alrededor de donde ella vivía llevan los nombres de algunos de los personajes de sus historias.
Mi interés por ella es en cuanto a sus relatos fantasmales y sobre esto, Jannine Hatter dice lo siguiente: “Sus cuentos de lo macabro equilibran la yuxtaposición entre fantasmas <<reales>> e imaginarios, entre explicaciones científicas y sobrenaturales o supersticiosas, y entre la habilidad de derrotar a los espíritus de ser perseguido por ellos para siempre”. Y volvemos al inicio de este artículo: “Imagínate sentir unas manos frías que se apoderan de tus hombros y espalda mientras tú estás sola en tu habitación”. El cuento “El abrazo frío” verdaderamente puede helarte la sangre de sólo imaginar lo que es. El argumento es interesante. Una pareja se compromete en matrimonio y él le da un anillo de compromiso muy particular, “tenía la forma de una gran serpiente dorada, la cola en la boca, que era el símbolo de la eternidad” y había pertenecido a su madre. En ese momento, hablan sobre si la muerte podrá separarlos. Él dice que no, pero ella, Gertrude, dice que si muere irá feliz al cielo, excepto que se suicide, en cuyo caso “los ángeles cierran las puertas del Paraíso y esto provoca que el infausto espíritu persiga a los vivos”. Acaban de comprometerse, están enamorados, ¿cuál sería el problema?
Él se va a viajar a Italia, pues como pintor que era quería aprender más, por lo que posponen la boda para su regreso. Desgraciadamente, como ocurre en esos casos, primero se carteaban con frecuencia y después poco a poco las cartas de él escasearon hasta dejar de llegar. En la fecha fijada para la boda, de la que él ya ni se acordaba, él regresa, pero demasiado tarde, pues Gertrude, en su desesperación ante el silencio de él, se había arrojado al río y había muerto. A él no le interesa demasiado, pues estaba más preocupado por su arte, así que no le tomó ninguna importancia y siguió con su vida relajada y despreocupada hasta que se acabó su herencia y la suerte le cambió por completo.
Una noche, estando solo frente a una catedral, observando la belleza de su arquitectura sintió claramente dos brazos fríos alrededor de su cuello y tocó aquellas manos sobre su pecho. Su sorpresa fue enorme cuando “sobre el tercer dedo de la mano izquierda, logró palpar el anillo que había sido de su madre, la serpiente dorada, el anillo que él había dicho que podría reconocer al tacto entre cientos de ellos.” Comenzó a caminar y en cuanto se encontró cerca de un policía, aquella sensación helada desapareció de su cuerpo.
Varias veces vivió esta experiencia, la soledad era el detonador de aquella presencia gélida que parecía reclamarle, sin palabras, su falta de honor y su frivolidad. En cuanto alguien se acercaba, la sensación desaparecía.
Una noche lo invitaron a una fiesta. Todo era alegría, baile, música, vino, el enorme salón estaba lleno de gente y él bailaba con una hermosa joven. De pronto, las luces de los candiles empezaron a parpadear y a perderse, la música dejó de sonar y la chica que bailaba entre sus brazos se desvaneció poco a poco y, en breves momentos, él volvió a quedarse solo, el único ritmo que escuchaba era el golpeteo de su acelerado corazón y otra vez, ese abrazo que le helaba la sangre, se apoderó de él, pero esta vez sintió miedo, estaba completamente solo en medio de aquel enorme salón rodeado de dos brazos que le oprimían el pecho y en una de esas manos estaba el anillo que él ya conocía. Quiso gritar, pero la voz se negó a salir, siguió bailando en medio de un frenesí que no podía parar.
Poco después, entraron unos policías y encontraron el cadáver de un hombre joven “que había muerto de inanición y por la rotura de los vasos sanguíneos.”
¿Has sentido una presencia, como una mano fría que tal vez, sin querer, roza tu brazo o tu espalda? Estamos en el mes en donde el frío comienza, el aire sopla más gélido, buscamos un lugar tibio en nuestra casa, un rincón donde podamos acurrucarnos para poder leer algún cuento de terror, para poder sentir ese hormigueo que causa el miedo y nos recuerda que la muerte no es el final, que quizá hay algo que hemos denominado otra dimensión, un más allá, una energía que se transforma, el nombre es lo de menos, lo importante es que sabes que la vida no acaba con la muerte y que cada año hay que acudir a la cita con nuestros seres queridos.