Las musas

Las musas

Cecilia Colón H.

Sabía que pronto tendría que escribir sobre algo, sin estar inspirada, sin saber qué decir en una gigantesca hoja blanca… bueno, así la veía, aunque el tamaño real era carta. ¿Sabes lo que es llenar una hoja en blanco con palabras bien hiladas, bien escritas que cuenten una historia interesante? Y luego no falta quien diga que escribir es bien fácil, quiero verlos frente a una página en blanco, en un día sin inspiración a ver qué ponen…

Eso me pasa hoy, no sé qué escribir, no sé qué decir. Me quedo viendo los libros de mis libreros a ver si alguno me inspira algo, observo la ventana, mis plumas, las cosas que tengo sobre mi escritorio, a ver si alguna detona algo… ¡Nada! ¡Dios mío, y tengo que entregar el artículo! ¡Musas, venid a mí!… ¡Esto es un complot en mi contra! ¿Qué les pasa? ¿Y ahora? Justamente hoy que debo hacer mi entrega, me fallan, no las veo por ningún lado.

Las llamo de mil formas, cantadito, alegre, sutil, enojada, triste, super deprimida… nada funciona, parece que no me escuchan, ¿se habrán quedado sordas? No creo, siempre acuden al primer llamado, pero ahora… Siempre que vienen a mí las trato bien, las apapacho, dejo que hagan lo que quieran con mi inspiración y luego todo fluye en un escrito lindo, bien redactado, en una historia que, aunque sea pequeña, es interesante…

Revisé mi lista de pendientes, eso no es inspirador, pero me indica qué me falta y qué ya hice. ¡Me quiero morir! Tengo muchos y la prioridad es el artículo. Está bien, voy a cambiar el método, en lugar de hacerlo en la computadora, lo voy a hacer a mano, manuscrito. Así que tomé una hoja en blanco, saqué mi pluma fuente (ella siempre me inspira), respiré profundo varias veces tratando de concentrarme en un pensamiento agradable, allí viene la inspiración… ¡No puede ser! Acabo haciendo florecitas y puntitos y cuanta tontería se me ocurre, pero ninguna palabra, ¡vamos, ni una letra! Ya llené la hoja de tonterías… ¿Ahora qué falta? ¿hacer un abecedario como los que había cuando era niña para que aprendiera una a escribir bonito copiando esas letras?

¡Qué fastidio! Ya me cansé de la computadora, ya me cansé de la pluma, ¿qué hago? Veo el celular y suenan algunos mensajes, pero ahora no me interesa ninguno, me dan ganas de aventarlo lejos. De veras que cómo nos hemos hecho dependientes de ese aparato infernal. Cuando yo era joven, eso no existía y éramos todos tan libres, tan creativos, tan interesantes… Me quedo pensando: ¿qué tal si el celular hubiera existido hace muchos años? ¡Pobre de mi hermano! Porque mi mamá le hubiera estado llamando a cada rato los viernes y sábados en la noche preguntando-exigiendo saber dónde estaba y con quién, eso hubiera sido muy divertido… no para él, para mí, sí, en lugar de escucharla sollozar porque él no regresaba “temprano” … El asunto es que esta cosa negra me distrae mucho, si no lo guardo en algún lado lejos de mí, va a acabar en la calle hecho pedazos.

Las musas siguen sin llegar. ¿Por qué no me hacen caso? ¿Qué les hice para que me traten así? 

Nuevamente mis ojos recorren el entorno. En este lugar me siento tranquila, a gusto porque estoy cerca de mis libros, todos están ordenados por orden alfabético, mis plumas favoritas también están cerca de mí, algunas son una herencia muy querida, otras son regalo de gente también muy querida. Entonces, ¿qué más quiero? Lo que quiero es una hoja llena de palabras que cuenten una historia o den una opinión y comuniquen algo, ¿es mucho pedir?…

Creo que he divagado mucho y todavía no acabo con esto, la hoja sigue en blanco. ¿Y si me salgo un ratito, aunque sea a darle una vuelta a la manzana? A lo mejor me despejo un poco con lo que vea y me llega la inspiración tan anhelada… Sin embargo, creo que el punto es ¿por qué estoy así? Tan seca de ideas, tan distraída. Los que nos dedicamos a esto deberíamos estar siempre llenos de ideas, nada de huelga de musas, eso está prohibido, que digo prohibido, ¡prohibidísimo! ¿Entonces? ¿Será el clima? Ha hecho mucho calor y las ideas también se derriten, la inspiración se convierte en agua, como un charco que poco a poco va desapareciendo con el sol… ¡Ya me volví apocalíptica, salió peor!

La hoja en blanco no me dice nada, pero tiene muchos secretos qué contar, siento que me espía, está al pendiente de mí, de cómo me muevo, de mis miradas, de lo que pienso, ¿será capaz de leer el pensamiento? Eso ya da miedo porque entonces no habrá ningún lugar en el que me pueda ocultar.

En fin, después de todo este periplo tan lleno de locuras, logré enlazar algunas oraciones más o menos coherentes. ¿Brillantes? No lo sé, pero cuando menos normales. Tampoco sé si sean interesantes, pero la hoja en blanco dejó de existir, tiene varias palabras que manchan su blancura y la veo como un poco incómoda, pero antes de darle oportunidad de hablar y reclamar, le pongo un punto final, ése que es más redondo, más gordito, más hermoso porque indica el final. Así que, nos vemos dentro de unos días para el siguiente artículo.