La historia secreta de los libros

La historia secreta de los libros

Cecilia Colón H.

¿Alguna vez te has puesto a pensar que los libros poseen su propia historia? No me refiero a la que tienen escrita, ésa es la obvia, hablo de la que tiene cada uno de manera personal y entre más antiguos son, esta historia puede ser más interesante.

Como ya te habrás dado cuenta, a mí me gustan mucho los libros, los leo, los compro por diferentes motivos: porque busco información para un tema específico; porque leí varias referencias sobre una novela o libro de cuentos y es uno de mis temas favoritos; porque me interesa para conocer al autor o autora que quizá escuché en alguna recomendación del radio o el periódico, en fin, los motivos sobran, puede ser desde la portada que me llama la atención o porque lo estoy buscando; puede ser en una librería de novedades o en las librerías de viejo, que suelen ser como un escape a otro mundo, pues entrar a esos enormes locales que revientan de tanto libro es como pasar a un universo fantástico.

Éste es el motivo por el que yo no creo que el libro esté condenado a desaparecer y deje de imprimirse, por más que argumenten que no hay nada como los dispositivos electrónicos y el internet, yo te digo que no es así, porque en internet no está todo y para mucha gente es complicadísimo leer en un dispositivo, nada como tener un libro en tus manos, hojearlo, tocarlo, pasar tu vista por sus renglones, hacer quizá alguna marca discreta, guardar entre sus hojas una flor, un separador, un boleto del metro o del camión, en fin, si yo te contara lo que me he encontrado dentro de los libros que compro en las librerías de la calle de Donceles, allá en el Centro de la Ciudad de México, te quedarías muy sorprendida y justo de eso quiero hablarte hoy.

Los libros generalmente tienen dos o más historias, dije que entre más antiguos son más historias personales contienen: una es la que tienen escrita entre sus páginas, motivo por el cual los compramos y la segunda o tercera o cuarta es la que exhiben en sus páginas, generalmente es en las primeras. Y ahorita te comparto algunas de mis aventuras con los libros.

Hace varios años, en 2006 para ser exactas, iba saliendo de mis clases de Maestría en la UNAM cuando en una banqueta encontré a un hombre más o menos joven que ponía una tela con plástico y allí extendía algunos pocos libros y varias chácharas. Como soy muy curiosa, invariablemente me detenía a ver su mercancía. Ese día me llamó la atención un libro pequeño, pero bastante gordo. Lo abrí y vi que era un diccionario español-francés de 1848. Su antigüedad atrajo de inmediato mi atención, pero lo más interesante era lo que estaba escrito en la primera página y te lo comparto: “Este libro pertenece al ingenioso de Ricardín, si alguna vez se me llegara a extraviar favor de devolverlo, pues de otra manera quedaría muy pendiente de lo que les ocurra por tener este libro contacto con los espíritus malignos.”

En la siguiente página decía “Ricardo Garduño, 1940” y en la siguiente, hasta arriba decía “Guillermo Garduño Vélez, 11-13-1944”, esto último estaba escrito en una letra muy distinta, bonita, de trazos antiguos y con pluma fuente. El diccionario me costó $100 y lo compré, además de lo barato, porque no me iba a perder de esa maldición escrita varias décadas atrás. Esperé a los espíritus malignos, pero nunca llegaron, será que no lo robé, sin embargo, es un diccionario que me ha servido, pues tiene algunas palabras que ahora ya se ven poco escritas en francés.

Otro de los libros que tienen su historia es mi edición bilingüe de la Poesía Completa de Charles Baudelaire en Ediciones 29, aunque el texto que tengo es del año 1999, la primera edición data de 1974. Cuando yo estaba estudiando mi licenciatura, en esa década, veía esas ediciones bilingües en las librerías y eran mi delirio, pues como estudiante pobre y de familia numerosa (chistorete de la época) no me lo podía comprar, así que tuvieron que pasar muchísimos años antes de tener acceso a uno de ellos, pero ahora en versión de libro usado (y muy usado). Finalmente, un día encontré ese tomo en una librería de Donceles en el 2005 y lo compré. Cuando lo abrí me esperaba una sorpresa. El libro es de poesía y de uno de los mejores poetas del XIX francés: Charles Baudelaire, así que, para no desairar ese tema, quien fue el dueño anterior escribió en la primera página un poema que dice lo siguiente:

Mar encantado, calmo por el viento eterno que todo destruye y rehace porque nada acaba. Convertido en un lago plateado, inepto. La vida en cámara lenta hasta un plano fijo. Así como huellas sobre el cielo, dejaban ellos su rastro desamorado y muerto. Cuando tropezaron el uno con el otro nació un niño sabio que construía mundos, palabras a veces a su antojo. Era feliz ese espíritu nacido de su encuentro, y así pasaba el viento, así pasaba el tiempo. Un día, muy profundo dentro del lago muerto el niño moriría con pena sin remedio.”

 

El poema deja mucho que desear, cierto, no obstante, lo que es obvio es el dramatismo con que acaba, por aquello de que a los mexicanos se nos da el drama de manera natural. No había firma responsable de esas líneas.

Las primeras y las últimas páginas de los libros son las más socorridas para apuntar cualquier cosa que dicta la inspiración. El editor inserta algunas páginas en blanco y hay quienes piensan que se las dejaron para escribir algo, lo que sea.

Las dedicatorias también tienen su historia y pueden ser muy lindas. Un día encontré un libro que se llama Aventuras de Telémaco, escrito por Fenelón en una edición de 1902. En la página del título, hasta arriba tenía una línea escrita con una letra preciosa que decía simplemente: “Cariñoso recuerdo a mi Lalito. Rafa. Junio 17, 49.” Espero que Lalito lo haya leído porque la edición está hermosa, bien cuidada y tiene algunos dibujos que la hacen única.

Ahora te presumo dos de mis tesoros. En el 2016, fui a mi librería favorita, La Madero de tan grata memoria y buscando entre sus libros (yo tenía libertad de buscar donde quisiera) encontré uno de cuentos de Rosario Castellanos: Los convidados de agosto. Al abrirlo y hojearlo, enorme fue mi sorpresa al leer la dedicatoria: “Para Carlos Valdés, tan estimado y tan estimable como escritor y como persona. Rosario. México, agosto de 1969.” Efectivamente, de puño y letra de la propia Rosario Castellanos, la dedicatoria va para otro escritor que también ya murió y se llamaba Carlos Valdés y a quien ella conocía bien. Obviamente, de inmediato le pregunté a don Enrique Fuentes por el precio y me lo llevé, no iba a dejar un tesoro así. Debo decir que la letra de ella no era muy clara ni bonita que digamos, pero eso pasa a un segundo plano, lo importante fue lo que escribió de manera tan personal.

Finalmente, el segundo de mis tesoros. Un día del 2018, me llamó por teléfono don Enrique Fuentes para avisarme que tenía un libro que me iba a interesar muchísimo y que pasara a la Librería Madero. A los pocos días fui y me mostró, más que un libro, una plaquette del prólogo a una reseña del Teatro Nacional que había hecho Salvador Novo, el cronista de la ciudad, en 1961. La gracia del asunto era que estaba dedicado de puño y letra de él hacia Consuelo Colón, mi tía. ¿Cómo llegó ese texto después de tantos años a mí? No lo sé, fue una casualidad, una coincidencia, el destino, llámale como quieras, pero ahora lo tengo conmigo.

Esta historia secreta pocas veces la reflexionamos, por lo general, mucha gente la desdeña, no le interesa, no se dan cuenta de lo valioso que puede ser un libro con estos secretos. De hecho, cuando a un librero le cae un libro firmado por el autor, no importa dedicado a quién, sube el valor del ejemplar, pues eso no se ve seguido, sobre todo, si el autor o autora no eran fáciles de dar autógrafos. Hay escritores que sólo ponen sus iniciales con una rúbrica; otros, escriben una dedicatoria más larga, más personalizada; cualquiera que sea la opción un libro firmado vale más que uno que no tiene firma y si a esto le agregas algún ex libris, el valor es mayor. Los ex libris son los sellos o un pequeño cuadro de papel pegado con engrudo que tiene un dibujo y que varios autores tenían o mandaban a hacer para pegarlos en sus libros e indicar su pertenencia. Ex libris significa “de la colección de libros de”. Eso también es interesante y forma parte de una historia, pues te indica con certeza a quién perteneció el libro. También tengo el mío que una amiga pintora me regaló en un cumpleaños y todos mis libros tienen pegado uno, así que si algún día compras algún libro que yo deseché seguramente encontrarás mi nombre y mi ex libris

Todo esto es interesante, pues es meterte en otro universo que también está ligado a los libros y, por supuesto, a su historia personal, a esa vida que no vemos de primera instancia, pero sabemos que está allí.