El primer fantasma documentado

El primer fantasma documentado

Cecilia Colón H.

 Seguramente el título de este artículo te habrá causado mucha curiosidad. ¿De verdad se puede documentar la aparición de un fantasma? ¿Algún día te has preguntado cuándo surgió el primero? Y lo siguiente que te preguntarás es: ¿Alguien le sacó fotos? Por principio de cuentas recordemos que fue hasta el siglo XIX cuando comenzó la fotografía y lo primero que surgió de este invento del ser humano fue el daguerrotipo cuyo procedimiento era algo más o menos complicado para lograr una buena fotografía, pero funcionaba y data de 1838 el inicio y ya más comercial fue en 1840 hasta llegar a nuestros días. Sin embargo, yo no hablo de este siglo, sino de uno mucho anterior.

Vayamos al contexto:

Plinio el Joven (61-112 d. C.) era abogado y escritor, sobrino de Plinio el Viejo, a quien quería y respetaba como a un padre, pues más tarde fue adoptado por él al morir su padre biológico. El asunto importante para este artículo es que él es el primero que escribió una carta sobre un hecho extraño que le contaron. Hay que tomar en cuenta que, en aquellos siglos tan lejanos, estamos hablando del I o II d. C., los fantasmas no eran vistos como producto de una actividad paranormal o parapsicológica, no existían estos conceptos, eran más bien hechos extraños que caían dentro del ámbito de lo curioso, lo imposible o lo maravilloso. En aquellos siglos, cuando ocurría algo fuera de lo común, algunos escritores lo expresaban por escrito y lo denominaban como “maravillas”, por eso si tú buscas en tu navegador libros antiguos cuyos títulos lleven ese adjetivo es probable que te encuentres con que hablan de fantasmas, de aparecidos y temas por el estilo sin encasillarlos dentro de la Literatura Fantástica, como ahora, pues ella no existía.

Plinio el Joven escribió una carta que, afortunadamente, se conserva a pesar de tantos siglos en donde cuenta la historia que le pasó a un filósofo llamado Atenodoro. El asunto es muy sencillo y ahora nos puede sonar como muy clásico, pero para aquella época fue algo extraño, no se sabía bien a bien qué ocurría, era un hecho singular e insólito. Se dice que había una casa en la que un fantasma se aparecía en las noches. Su presencia era motivo de miedo para los habitantes, pues durante el día temían la llegada de la noche, razón por la que decidieron dejar la casa, ya que no soportaron más la presencia extraña. Con ese pretexto, decidieron vender o rentar la casa muy barata y es Atenodoro quien ve las condiciones y le llama la atención lo bajo del precio. Pregunta los motivos y cuando le explican la verdad, movido por la curiosidad, decide quedarse para comprobar si realmente eso sucede o no. Así que esa misma noche se queda en la casa con una vela, estilo y tablillas para poder escribir lo que suceda, todavía no se usaban el papel y la pluma, la escritura era diferente, pero como nos dice en la carta: “él mismo dispone su ánimo, ojos y mano al ejercicio de la escritura, para que su mente, desocupada, no se imaginara ruidos supuestos ni miedos sin fundamento.” Efectivamente, es más fácil imaginar cosas que no existen si nos disponemos para ello, lo mejor es estar ocupados en algo diferente para que eso no ocurra y para que no influya una sugestión que nos lleve a ver cosas que no son. 

Sin embargo, en este caso, al poco rato, el fantasma se le apareció en la habitación arrastrando sus pesadas cadenas y aunque cada vez el ruido era más fuerte, el filósofo no se inmutó, ¡ni siquiera levantó la vista! ¡Qué sangre más fría! Por tal motivo, el fantasma le hizo una seña llamándole y ¿qué crees que hizo el filósofo? Le pidió que esperara un momento, primero debía terminar de escribir. Podrá parecerte como una broma de mal gusto, pues nadie se atrevería a decirle a un aparecido que aguarde un poco porque está ocupado, pero así lo dice la carta y te lo transcribo: “El filósofo, por su parte, le indica con su mano que espere un poco, y de nuevo se pone a trabajar con sus tablillas y estilo, pero el espectro hacía sonar las cadenas para atraer su atención.” Pues por fin, Atenodoro le hace caso al fantasma y lo sigue hasta el patio interior de la casa en donde desaparece en un lugar específico. El filósofo marca el sitio y por la mañana mandó traer a alguien que cavara en el punto señalado, junto con algunos testigos, y fue cuando encontraron los huesos de una persona que estaba enterrada allí con gruesas cadenas en sus pies y manos. “Después de esto, la casa quedó al fin liberada del fantasma, una vez que fueron enterrados sus restos convenientemente.”

¿Qué te parece? De esta historia podemos sacar algunos datos interesantes que a partir del siglo XVIII en adelante constituyeron algunos temas y le dieron algunas características a la Literatura Fantástica que tuvo su mejor desarrollo en el siglo XIX gracias al Romanticismo. El primero es la presencia del fantasma que muchos siglos después se retomó cuando en el XVIII surgió la novela gótica y uno de sus temas favoritos fueron los fantasmas que recorrían castillos, sótanos y largos y tenebrosos pasillos; las indispensables cadenas que deben arrastrar por toda la eternidad como recuerdo de un castigo o de un mal comportamiento y cuyo ruido ponía los nervios de punta a cualquiera que lo escuchara; el espacio físico de la casa, que debe ser grande, con muchos recovecos y es el elemento indispensable que dará abrigo a un fantasma; la noche que creará el ambiente apto para que el fantasma pueda pasearse a sus anchas y poder asustar a todo el que se cruce por su camino, además de crear el escenario idóneo para la aparición de sombras inexplicables y ruidos extraños que podrían venir de ultratumba.

Aunque no existen fotos ni dibujos de este personaje específico que le contaron a Plinio el Joven, a través de la carta él nos da un retrato hablado del fantasma y de su proceder que se toma como el primer testimonio real de la existencia de un espectro que asusta a los habitantes de la casa que todos compartían en aquel momento.

La carta de Plinio el Joven es interesante, corta, directa y nos muestra que desde tiempos inmemoriales ha habido sucesos extraños, raros, maravillosos que han acompañado el andar del ser humano sobre la faz de la Tierra recordándole que hay otros lugares también habitados por seres espectrales.