¿Has sentido la nostalgia cuándo recuerdas algo? Se convierten en las ganas de volver a ver a esa persona que en algún momento de tu vida fue importante porque te dejó gratos momentos, te trajo algunas alegrías y su paso por tu vida fue imborrable.
Esto mismo me sucedió cuando mi dealer (el que me consigue libros, no seas mal pensada) puso en mis manos un libro titulado: Escritoras mexicanas vistas por escritoras mexicanas. Lo abrí con premura, pues para mí no hay nada más maravilloso que abrir por primera vez un libro, no importa si es usado o nuevo, pues bien, leí el índice y encontré una lista de nombres de escritoras que ya he leído, o cuando menos, he escuchado; sin embargo, mi sorpresa fue enorme al ver en esa lista a Doris Krafft, inmediatamente vino a mi mente su rostro amable, gracioso, adornado con un corto cabello castaño, aunque de ojos pequeños, ellos irradiaban amor, armonía, felicidad en cada mirada. ¡Qué hermosa sorpresa fue encontrarla!
Conocí a Doris hace muchos años (detesto hacer cuentas), juntas tomamos un curso literario en la estación radiofónica XEW, en la calle de Ayuntamiento, en pleno Centro de la Ciudad. En ese tiempo, ella estaba casada, tenía cinco hijos y yo era una joven veinteañera que sentía que el mundo se le ofrecía completo. Supe que era psicóloga y le gustaba escribir, de hecho, escribía los guiones de algunos programas radiofónicos, igual que yo, por eso estábamos en ese curso e inmediatamente nos hicimos buenas amigas, ella era simpatiquísima.
Doris era una mujer sumamente amable, agradable, buena conversadora y poseía una enorme madurez en sus pensamientos y opiniones: realmente la clase de amiga que a cualquiera le gustaría tener. Pasamos muy buenos momentos en ese curso. Luego de unos pocos años, un día me la encontré, coincidimos nuevamente como colaboradoras en una revista: Intimidades, y ella estaba feliz porque le habían publicado su novela Historia de un complejo. Me obsequió un ejemplar y la leí poco después. La historia me pareció espléndida, lloré con ella; le llamé por teléfono a Doris para comentarle cuánto me había emocionado su novela, pero para mi mala suerte no la encontré, así que dejé el recado con quien me contestó y… después le perdí el rastro, pero antes de eso supe que también escribía poesía.
Justo ahora, cuando tuve entre mis manos el libro de Escritoras mexicanas vistas por escritoras mexicanas recordé a mi amiga a quien tengo muchos años de no ver y, buscando información sobre ella en internet, me enteré de la triste noticia de que ella había fallecido en el 2003. Publicó su libro de poemas titulado El hilo y alguno de cuentos del que no he podido obtener ningún dato, a pesar de ello, quiero compartirte algunos poemas de ella, pues como sucede con muchos poetas, pocos la conocen y menos recuerdan algún poema suyo.
El hilo está dividido en las diferentes etapas de su vida, desde la adolescencia, la juventud, el matrimonio, los hijos, la vida en familia, hasta la muerte de su esposo y su momento actual que era 1984.
El poema que te presento a continuación habla de la poesía, de lo que es para ella y la importancia que ha tenido en su vida. Ha habido muchos poetas que escriben sobre su quehacer como creadores; las opiniones que vierten en esos poemas siempre son interesantes, pues todos ven con ojos diferentes a la poesía. Por lo anterior, me interesa mostrarte lo que una mujer piensa sobre esto mismo; Doris nos habla de lo que justamente es la poesía, algo tan intangible, tan maravilloso que, por eso mismo, no está en venta, es algo muy íntimo que se opone a la mercantilización que cada vez es más común, si en aquel 1984 ella ya lo veía, imagínate ahora:
NO ESTÁ EN VENTA
Mi rima no está en venta, te lo digo,
y no insistas en que es un desacierto,
no la pongo a la venta porque siento
que cada rima encierra el alma mía.
Nunca he puesto al mercado un sentimiento.
¿Vender el corazón?… yo no podría,
lo veo como ponerle un signo al viento
o etiquetar a un costo… luz del día.
¡Se ha envilecido ya tanto el Comercio
que el hombre vive, sí… pagando vida
mientras compra el derecho de estar muerto!
¿Llegarán a comprar, “Aves Marías”?
¡Pobre mundo que a todo… pone un precio!
Sólo hay algo gratuito, ven y mira:
hay puertas que al dinero… no han abierto:
¡El sol… el mar… el viento y… la Poesía!
Su estilo es íntimo, cotidiano, habla de lo importante que sucede en la vida de cada ser humano, de los hitos que nos cambian nuestra forma de pensar y sentir, que nos marcan el camino de la vida y que tienen que ver con nuestra propia intimidad y con la familia que hemos creado. Te comparto otro más en donde habla de la muerte de su esposo y que, al mismo tiempo, nos recuerda a Amado Nervo en el final:
HERIDA LUMINOSA
Me hallaba sumergida en la inconsciencia
de un verano otoñal lleno de magia
cuando un hachazo destrozó mi vida
rompiendo en mil pedazos mi esperanza.
Mas sin embargo… hallé luz en la herida,
esa herida profunda que aún me sangra,
quise como ninguna… y fui querida,
amé… fui amada… Señor: “¡Gracias!”
¿Quién podría ser capaz de dar las gracias después de haber perdido al amor de su vida, al hombre amante que era el compañero de su vida? Sólo alguien que es capaz de comprender que así es la vida: vivimos y morimos, disfrutamos y lloramos, amamos y sufrimos, los sucesos de la vida no son blanco y negro, hay muchos matices, muchos colores que nos hacen reír y también llorar, pero al final del camino hacemos un balance y lo mejor es que tengamos saldo a nuestro favor.
Ella termina su libro con un poema que, de alguna manera, le da sentido al título El hilo que nos mostró al inicio:
LA PUNTA DEL HILO
Cuando el campo se viste de nostalgia,
cuando la tarde derrama placidez…
siento que vibra un eco en la distancia
y es mi angustioso anhelo de… volver.
Cuando la vida canta su esperanza
y yo me siento adherida a los “por qués”
vislumbro que esfumada en lontananza
va tu imagen que no quiero perder.
Y es entonces, de pronto que entrelaza
mi esencia un misterioso “no sé qué”…
y presiento… aquel hilo… que hoy de tu alma
baja… y me anuda y… dice… que nos ves.
Es hermosa la metáfora con la que nos anuncia que “él” es una imagen que no quiere perder. Así es el amor, es una metáfora que parece que se puede esfumar en cualquier momento, ya sea porque ese amor se va, porque el sentimiento acaba o, como en el caso de ella, porque ha muerto, pero está allí, su presencia intangible la acompañará el resto de su vida.
La poesía de Doris Krafft es sensible, habla de lo que nos importa a todos los seres humanos que es lo que somos: los sentimientos, el amor en muchas facetas, la emoción, lo que vivimos en el día a día, eso que nos hace justamente humanos.
Vaya este pequeño homenaje a su memoria, a 19 años de su partida de este mundo y un abrazo donde quiera que esté.