Carta a papá_lo hiciste muy bien papá

Carta a papá: lo hiciste muy bien papá

Sí soy feliz, sí soy esa mujer, estoy bien.

Papá:

Antes de nacer, mi madre ya me amaba, ella me sentía dentro de su cuerpo, cómo crecía, cómo me movía. Tú, papá, sólo recibiste la noticia y veías a mamá con sus náuseas y sus cambios. Para tí, yo sólo era una idea, pero decidiste amarme.

Yo existía en tu mente, fui creciendo en tu corazón, te llenaste de ilusión, de miedo y de preocupación. No sabías cómo ser papá, pero sabías que algo diferente al tuyo tenías que hacer, porque ya habías decidido amarme.

Y desde entonces, dedicaste cada día de tu vida a cuidar de mí, trabajar sin parar para que no faltara comida en mi mesa, zapatos en mis pies y una buena escuela.

Me viste nacer, tan pequeña, tan frágil, que hasta miedo te daba cargarme porque sentías que tus manos toscas podían dañarme, querías protegerme hasta de ti. 

Te esforzaste hasta el cansancio para darme las alas que a tí te cortaron y que yo pudiera volar muy alto. Me diste herramientas que ni tú te imaginaste que existían, pero sabías que me harían una mejor persona.

Me viste crecer corriendo a tus brazos cuando llegabas a casa, después de un largo día de trabajo y con la espalda rota me cargabas bien alto, porque no había cansancio o dolor que un abrazo mío no curara.

Desde muy pequeñita supiste de lo que yo era capaz, recuerdo que me decías: no importan los demás hija, sé tú misma. Ahora entiendo a qué te referías, para tí yo era la niña más especial y querías que así me sintiera.

Conocías mi rebeldía y te frustraba mi necedad, porque podías ver todo mi potencial y a veces, muchas veces no supiste cómo hacerme entender lo erradas que estaban mis decisiones.

Aún sabiendo que no me llevarían a un buen  puerto, te quedaste ahí a mi lado, esperando el golpe para abrazarme y decirme que no pasa nada, que siempre podemos volver a empezar.

Te esforzaste hasta el cansancio para darme las alas que a tí te cortaron y que yo pudiera volar muy alto. Me diste herramientas que ni tú te imaginaste que existían, pero sabías que me harían una mejor persona.

Me viste crecer corriendo a tus brazos cuando llegabas a casa, después de un largo día de trabajo y con la espalda rota me cargabas bien alto, porque no había cansancio o dolor que un abrazo mío no curara.

Desde muy pequeñita supiste de lo que yo era capaz, recuerdo que me decías: no importan los demás hija, sé tú misma. Ahora entiendo a qué te referías, para tí yo era la niña más especial y querías que así me sintiera.

Conocías mi rebeldía y te frustraba mi necedad, porque podías ver todo mi potencial y a veces, muchas veces no supiste cómo hacerme entender lo erradas que estaban mis decisiones.

Aún sabiendo que no me llevarían a un buen  puerto, te quedaste ahí a mi lado, esperando el golpe para abrazarme y decirme que no pasa nada, que siempre podemos volver a empezar.

Llorabas conmigo de coraje, quizás tú aún más, cuando el techo de cristal me impedía crecer y me ayudabas a encontrar la forma de romperlo para lograr mis sueños. Porque tú sabías todo lo que podía lograr, aún más que yo.

Puedes ver mi talento, mis capacidades, mi grandeza y no quieres que nada ni nadie me opaque, sino que brille con mi propia luz, libre auténtica y feliz.

Tú me miras con los ojos del amor más grande y puro que existe, porque cuando supiste que venía al mundo decidiste amarme, sin sentirme, sin tocarme, sólo de pensarme decidiste amarme.

Y no te retractaste ni un sólo día de tu vida, para ti soy la mejor decisión que tomaste, de darme la vida y de amarme como lo haces.

Me amas por quien realmente soy, no sólo por llevar tu sangre y ser tu hija, me amas porque me conoces. Conoces todo de mi, mis virtudes, mis capacidades, mis miedos, mis defectos y vicios.

Tú no me amas porque me has idealizado, por lo que te doy o por como te hago sentir, me amas así por que sí, porque vivo, existo y respiro. Me amas si no te hablo, si no te quiero ver, si estoy lejos de ti.

Me amas si me equivoco, si te lastimo, si no hago lo que tú quieres. Me amas todo el tiempo, todos los días, desde que así lo decidiste. Me amas cuando lloro, cuando río, cuando grito. Amas mi cabello que se parece al tuyo, mi olor y hasta la uñas de mis pies, que también se parecen a los tuyos.

Y a mí, me gusta recostarme en tu pecho, desde que estoy pequeña y aunque haya crecido, porque yo te sigo viendo grande aunque tu cuerpo se haya encogido.

Me gusta contarte mis anécdotas y ver tu cara de ilusión al imaginarme haciendo todas esas cosas, visitando todos esos lugares, logrando todo eso de lo que siempre supiste que yo era capaz.

Por favor,  no dejes de escucharme.

Me gusta tomar tus manos, sentir tus dedos entre los míos, porque tus manos me han hecho sentir segura desde pequeña, como cuando me llevabas al mar y juntos saltábamos las olas, me agarrabas fuerte para que no me llevara la corriente y nunca me soltaste.

Por favor, no me vayas a soltar.

Me gusta ver tus ojos, enmarcados de arrugas, llenos de amor por mí. Puedo reconocer cómo se iluminan cada vez que me miras y me acarician con ternura.

Por favor, no dejes de mirarme.

Me gusta abrazarte cada vez que te vuelvo a ver, no importa si es una o diez veces al día o al mes. Cada vez que te abrazo te quiero decir cuánto te amo papá.

Por favor, no dejes de abrazarme.

Ahora puedo ver atrás, con el aprendizaje de los años, con mis propias heridas y dándote la razón en tantas cosas y puedo ver todo lo que hiciste por mi.

Aunque suene muy choteado, esta vida no me alcanza para agradecerte, para empezar: la vida, la oportunidad de estar aquí y disfrutar todo lo lindo que hay.

Agradecerte que hayas decidido amarme como lo haces, acompañarme en este camino, crecer conmigo, aprender conmigo.

Agradecerte todos y cada uno de tus días, tu trabajo, tu esfuerzo, tu sacrificio, para que yo pueda estar aquí, escribiendo estas letras, siendo feliz con la mujer en la que me he convertido.

Gracias papá, te amo infinito, donde estés, más allá del tiempo y del espacio, te llevo conmigo todos los días, muy cerquita de mí, en mi corazón, en mi piel, en mi mente, en mis recuerdos  y para siempre.

Lo hiciste muy bien papá, sí soy feliz, sí soy esa mujer, estoy bien. Tengo una biblia bajo mi almohada, le he arrancado los salmos, el nuevo y el antiguo testamento, los he intercambiado por tus consejos y de vez en cuando los leo.

Mi brújula apunta para delante, la vela de mi barco la mueve el amor que me tengo y voy hacia eso que soñamos juntos, con todas las herramientas que diste.

Lo hiciste increíble papá. Gracias. Te amo.